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Vuelvo a La Magdalena, a la Universidad Internacional Menéndez y Pelayo, a la U.I.M.P. A Santander.

Fue una tarde cualquiera, estaba rodeada de encinas en la hermosa dehesa extremeña. Al abrir el ordenador, sorpresa y más que sorpresa: Los cursos de verano de esa Universidad estaban ya abiertos. El pulso se me aceleró y la ilusión por volver, volver, hizo que enseguida buscara qué podía interesarme de ellos. Y allí estaba, «La Casa como Ámbito Literario», de Pilar Adón. Ya no vi más. Yo tenía que habitar la casa que proponía Pilar. No conocía a la escritora, pero ese título que había puesto Pilar para su taller me atraía como me atraía La Magdalena y como me atraía el recuerdo de otro taller, de compañeros queridos y sabios,de esos ámbitos. Además, Pilar traía a mi querida Virginia de la mano. Nada me detendría. Aunque rodeada de encinas, yo ya olía a mar, ya subía la cuesta del Palacio, rodeada de pinos, mirando, mientras subía, el Cantábrico, deseando llegar a «la casa» de Pilar. La busqué por las redes, vi sus vídeos, había recibido el Premio Nacional de Narrativa 2023, además de otros, conocí sus libros, sus poemas. Hechos los trámites para la matrícula, en mi pueblo dicen «la primera en la frente», y eso fue justamente lo que pasó. A los tres días recibo un correo, no se podía ir a pagar el taller, la avalancha de gente había sido tal que la secretaría de la Universidad estaba desbordada. No daba crédito. No había vuelto desde 2019, cuando otro impulso me decidió. El impulso, en ese caso, se llamó «Camino a Ítaca» y el taller lo daba Charo Ruano. Fue una de las mayores experiencias literarias de mi vida y el inicio de amistades duraderas. Nos prometimos volver todos cada verano sin saber que los veranos se verían interrumpidos por una pandemia desconocida, maligna y traicionera. Pero a pesar de todo lo pasado, aquí seguíamos el grupo de Santander, los poetas de Santander. Los amigos. Juntos en la distancia habíamos sorteado pandemia y otras cosas. Sería difícil volver a coincidir todos, parte o varios, pero había que volver.

Las dificultades no se solventaban. Mis llamadas a la Universidad, diarias. La paciencia de M. y M., quienes ya me eran conocidas a través del teléfono, infinita. Gracias a todo el personal de la U.I.M.P., los problemas ya no eran problemas. El taller estaba concedido, aunque en las Caballerizas de Palacio no había residencia, tenían conciertos con otras residencias. Mi amiga M.J., del grupo de Santander se unió, después de múltiples dudas, no a ese , a otro curso, pero los mismos días. Iríamos juntas. Los astros se aliaban.

«La vida de cada hombre es un camino hacia sí mismo» (Demian. Hermann Hesse). Allí estábamos las dos. El camino a Santander, a La Magdalena, era, con nuestros deseos, inquietudes, problemas vitales, conversaciones compartidas, un camino, más que a la Universidad, hacia nosotras mismas. Hacia nuestras ansias de escritura, de literatura. Hacia nuestras almas de escritoras.

Ya estábamos en Palacio. Había que acreditarse. Con todos los que coincidimos iban al curso de Pilar y los que no iban, añoraban no haberse inscrito en él.

El grupo estaba formado, la clase reunida. Apareció ella. Joven, cercana, amable, simpática, más tarde descubriría que generosa. Se iniciaron las presentaciones. Veinte escritores deseando entrar en cualquier casa que nos propusiera Pilar, entregados. El mar al fondo. La foto perfecta. La Magdalena nos volvía a recibir con sus mejores galas, sus maderas nobles, sus muebles de época. Veníamos de todas partes, del norte, del sur, de Alemania, de Italia y Pilar, cada día iba desgranando a los visitadores que venían a su casa que ya era nuestra también. Y fuimos saludando a Flannery O´Connor, Virginia Woolf, Emily Dickinson, Louise Glück, Shirley Jackson, Cristina Fernández Cubas, Thoureau, y otros a los que recibimos también encantados, como Iris Murdoch, Mircea Cârtârescu, Jon Fosse y tantos otros. Era inevitable no entrar. Y los veinte escritores hicimos de anfitriones, junto a la dueña de la casa.

Y el grupo se fue cohesionando. Y como cuando se alían los astros se alían para todo, pues esos días también se celebraba FELISA, la Feria del Libro de Santander, donde escuchamos a Rosa Montero, Sabina Urraca, Leonardo Padura, de nuevo nuestra querida Pilar, Rodrigo Cortés, etc. entre otros.

Noches de pinchos, de paseos por la bahía, y de estudio, trabajos y lecturas. Y una se iba dando cuenta que el tiempo va pasando y que una no da para más. Pero también que el cansancio se quitaba cuando subías al día siguiente camino de la Magdalena, ese Palacio que Galdós veía construir desde su casa de «San Quintín» y que ahora nosotros habitábamos.

Y llegó el último día. Y nadie quería abandonar la casa. Y leímos nuestro propios relatos, esos que nos había ido dejando construir la casa. Y los aplausos por el trabajo bien hecho y la generosidad de Pilar y Enrique, dos personas que aman y cuidan de los libros y, a veces, regalan. Y esos veinte escritores nos volvimos a desperdigar por la geografía española y europea. Con Santander en el corazón.

«…Decir adiós: gritar porque se está/ diciendo/ y llorar porque no se dice nada…» (Despedida. Francisca Aguirre).

8 Comments

  • Carmen dice:

    Amor, pasión por la literatura emanan de este hermoso y sincero escrito. !No los pierdas nunca!

  • Lola, magnifico reportaje sobre el curso de verano en la Magdalena. Maravilloso tema la casa como ámbito literario dado por Pilar Adón. conozco su poesía mejor que su narrativa. Uno de sus libros Las ordenes, fue libro del año del Gremio de libreros de Madrid. Me gusta como escribe. Una gozada haber podido estar en este taller con ella. Me alegro, ya nos contarás en la tertulia esta experiencia. Gracias por compartirlo en este página, en esta «casa» que algunos habitamos. Nos vemos pronto. Un abrazo

    • Lola Nuñez dice:

      Gracias por haber dedicado tu tiempo a leerme. Me alegra que conozcas la escritura de Pilar Adón. La U.I.M.P, aparte de ser y estar en un lugar privilegiado, es un lugar para desconectar, aprender y relacionarse como poco de los sitios que conozco. Espero que lo tengamos durante muchos, muchos años más.

  • Antonio Maqueda dice:

    Gracias, Lola, por compartirlo. La pasión nos mueve. Volver siempre buscando lo que nos llena y hace disfrutar. Cada casa es un mundo y en él surgen las palabras, volvemos a nacer a cada amanecer, sacamos nuestro interior al sol o a las nubes. Somos palabras.
    Espero, como dice Tino, que podamos escucharte contarnos más cosas sobre esa maravillosa experiencia en nuestra Tertulia Página 72. Hasta entonces.

    • Lola Nuñez dice:

      Gracias a ti, Antonio. Por tu amable paciencia al leerme. Al escribir, los textos ya no nos pertenecen. Pero se agradece que encuentren otros ojos, otras mentes. Que se compartan las pasiones.
      A vuestra disposición estoy, por supuesto.

  • Susana Martín Zaforas dice:

    Marcelino Menéndez Pelayo escribió, en marzo de 1977, una de sus cartas-artículos a los lectores de «La Tertulia» en la que describía Nápoles como «una ciudad que, como muy pocas, comparte el privilegio de excitar poderosamente la fantasía antes de verla». Don Marcelino no dejaría de alegrase al comprobar como su ciudad y la Universidad que lleva su nombre excitan la fantasía de nuestra querida Lola y el resto de los escritores que la han acompañado en su vuelta a la Magdalena. Y es que hay lugares que, a través de su geografía, su historia, su literatura, son punto de partida para otro viaje, no físico, sino intelectual.
    La experiencia que Lola nos comparte me trae a la mente el título de la estupenda recopilación de relatos de Carlos Nieto Blanco «Llegar allí es tu destino».

    • Lola Nuñez dice:

      Que la mayor especialista en María Goyri me deje un comentario y además nombre a esos grandes autores, con evocación incluida a Kavafis, es un honor. Gracias, además, por seguir ampliando mi horizonte literario.
      Lola Núñez

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